miércoles, 29 de septiembre de 2010

Obsesiones Pasajeras

Salvador Dali


La bestia pide poesía
y mi mano tiembla al complacerla
temo al miedo de que deje de pedir

que no haya musa que nunca hubo
que no haya bestia...
ni estrellas
ni nada....
que sacie la sed
ni nada…
por que estar sediento

La bestia pide poesía
cuando mi mano por fin cobra vida
y trota
en cuestionamientos efímeros
y obsesiones pasajeras
en el rincón,
del otro lado del salón
donde mi mirada atraviesa voces
y la mano habla mi idioma.

Me he creado una luna que ansió alcanzar
un titan que duerme sobre claveles
la bestia que me pide poesía
yo sentado en medio de la clase de física preguntándome si esto es poesía.

Silbido sosegado
grito apaciguado
yo no soy gendarme de un cuando y un tal vez
soy preso de un nunca y un tal vez.
Falto al deseo
de mirar
de echarme donde me señalen las estrellas
de bezar esos labios con sabor a humo
de conducirme eternamente por la melodía que no se acaba

no pido mucho a las cosas
las cosas piden mucho de mi
por eso no suelo tener muchas cosas

sábado, 18 de septiembre de 2010

Piedra Solitaria

Max Ernst

Y soledad es la última palabra que escribe mi poesía
cuando se le apetece...
cuando esta de ànimos...

Quiero el cubículo
hoy pido el encierro
enciérrenme
fuera de mi...

Piedra solitaria

Nada se oculta, nada se finge
no se finge lo mas fingido
ni se oculta lo bello de la desnudez de mi noche.

Noche mía...
te relato en el mismo cielo
la historia de la jaula...

Huye poeta maldito
huye de todos
huye de todo
huye de ti

Huye, a lo más profundo del agujero
donde descansa la bestia
y la sangre se ha secado por fin.

No entiendo
porque muero mirando una pared despintada.

martes, 14 de septiembre de 2010

Cuento


La cajetilla resplandecía su forro plástico bañada con la luz de un poste cercano, lo cogía de manera sobreprotectora cuidando que nadie andase vigilando, a tales horas muy pocos se estarían fijando de lo que el joven Pantro hacía, a pesar de que había llegado caminando muy lejos de casa para realizar aquella proeza temía que alguien lo viese, había venido preparado para la ocasión con una capucha verde y unos jeans despintados

-lo mas común posible. Pensó.

vacilo un momento en que hacer, primero había que enumerar las ideas si ponerse la capucha o abrir la cajetellia, se decidió por la primera opción y de un movimiento rápido puso la cajetilla frente suyo, tenia el gran logo rojo que decía “lucky strike” la examinó detenidamente como quien tiene un aparato complicado y no sabe que hacer, le dio vuelta y vio con mas detallle la horrenda foto que ocupaba la mitad de la cajetilla, una boca abierta y una masa rojo oscuro que se asemejaba a un tumor, ¡pero que imagen para mas desagradable! Todos sabían que fumar producía cáncer no había necesidad de poner fotos traumáticas, aunque tal vez las hayan puesto para persuadir a aspirantes a fumadores (como el) a que abandonasen la idea, pero que mas daba!!.

Continuo viendo la cajetilla y trato de ingeniar una manera practica y rápida de abrirlo, quería que su primera vez fuese asi, quería parecer un experto pero fue un total fiasco, sus uñas habían resbalado del delgado forro plástico que cubria la cajetilla blanca y no encontraba manera de abrirla, pensó con los dientes pero no, no había necesidad, sacò ágilmente las llaves de su bolsillo tomando la que le pareció mas puntiaguda y logró abrir por fin el caprichoso envoltorio dejándolo caer al suelo mandando al demonio todos sus principios de conciencia ambientalista, se sintió algo tonto al pensar que aquella envoltura le había dado tantos problemas y no haberle encontrado el truco, pues debía tener un truco.

-Eres un tarado Pantro.- se dijo a si mismo soltando una leve risotada.

Cogiò torpemente una de los veinte no supo cual escoger entre todas las cabecitas blancas pero se decidió por la del centro, la vuelta a casa tomaría 30 minutos como mucho-.calculó.

Tiempo suficiente para acabar el cigarrillo y pensar como quitarse el olor. Lo tenía sostenido entre sus dos dedos, lo puso delicadamente en sus labios cerró los ojos y saboreo el cigarrillo.

-Pero que cursi eres. -Pensó.

Buscó en el bolsillo de su capucha el encendedor que había hurtado de la cocina de su madre, lo hayo junto a las llaves, con una mano ayudaba a sus labios a sostener el cigarrillo mientras la otra torpemente trataba de encenderlo hasta que lo consiguió instintivamente aspiro el fuego para encender el cigarrillo y le dio una pitada profunda, hizo un gran esfuerzo para no atorarse y boto el humo acompañado de un largo suspiro. Y siguió dando largas pitadas hasta terminar el primer cigarro rápidamente, saco otro con mas pericia, repitió el proceso y al primer humo alzo la cabeza y vio que la luna estaba en todo su esplendor alumbrándolo con tan solo una estrella acompañándola.

-Sería el lucero.-pensó.-no creo el lucero solo sale en la tarde debe de ser otra estrella.

Segundo humo.

-Marina…

Tan desorientada ella, tan confundida pero creyéndose segura, siempre con esos ojos afligidos que el amaba, esa manera de mover los labios, tan predecible ella Marina… hasta sentía su calor cerca, oh Marina, el la estaba abrazando, su mano la apretaba contra el y escuchaba su risa, escuchaba esa serie de palabras que desfilaban sin guardar coherencia alguna, sabia que no estaba ahí que su brazo no tenía nada que abrazar más que el éter, y sobre su pecho no había nada mas que un deseo burlándose de el.

-Necesitas hacer algo.-se dijo con una voz segura que no explico de donde salió.- no hay nada mejor en que pensar?

Había dejado de contar las pitadas que le daba al cigarrillo y Marina había salido raudamente de su cabeza se percato que estaba a unos 10 minutos de casa, claro acortando los pasos lo mas que se pudiese, tenia el cigarrillo en la mano, caminaba por un parque.

-Que bello un parque nocturno

Cantaban dos grillos en una competencia musical, el seguía un caminito marcado por piedresillas pintadas de blanco, se disponía a llevarse el cigarrilo a los labios cuando vio un grupo de femeninas siluetas negras con faldas largas y libros bajo el brazo.

-Testigos seguro. -Pensó.

El cigarrillo estaba a punto de terminarse cuando lo arrojo y piso suavemente.

-Adiós y gracias.-le dijo

Fue mucho más cortés que con el primero, las siluetas negras pasaron por su lado lentamente como suelen caminar y el aceleró el paso.

-Pero que vidas para mas tristes.-dijo con voz de lamento una vez que guardaban gran distancia.

Faltaba poco para llegar a casa 5minutos como mucho, se saco la capucha y la olio meticulosamente, se sentía un fuerte olor a cigarrillo puso la mano delante de su boca y exhalo su aliento, olio su mano y también tenia la fragancia a cigarrillo tremendamente, se dirigió a una tienda cercana.

-Buenas noches, cuanto me vale una Pepsi cola helada?

-La de sol?-respondiò el bodeguero

Pantro se mordió los labios para no decirle que era obvio, se irrito en aquel momento hacía mucho tiempo que no le pasaba eso, solia enfadarse mucho en cosas así, a veces hacia pequeños cuadros de sicosis en la hora de los interminables almuerzos familiares, con la Tv encendida la risa del sobrino bobo, la sinfonía de los cubiertos, los grotescos sonidos las mandíbulas que se abrían y cerraban triturando la carne, el horrible alumbrado amarillento, los ojos los sonidos las bocas los olores, todo tan irritante que sus manos no lograban quedarse tranquilas al hacer puño comenzaban a vibrar enfurecidas, sabía que algo venia, una ruido mas, un ladrido del perro o la visita indeseada… pero lograba ganar su propia lucha(o perderla) se había quedado inmóvil pensando en el escaparate de la tienda, el bodeguero se había cansado de esperar y había dirigido su atención a la Tv que yacía sobre un rack negro, Pantro vio la Tv tratando de dejar huir sus ideas con los sórdidos programas cómicos de los Sabados en la noche, hasta que el hombre volvió a advertir su presencia.

-¿y vas a querer algo?.-dijo el bodeguero

- si, podría repetirme que le había pedido por favor?

-me gustaría pero lo he olvidado por completo

-ya no importa, le importa mucho si veo la televisión desde aquí?

-pues si me importa, preferiría que pases hace mucho frio y pareces un buen sujeto solo algo asustado, deja te abro lo puerta.

-gracias.-dijo Pantro natural, le pareció normal que el hombre le hiciese entrar en la bodega, no había nada que perder y en casa nadie se preguntaría por el, estarían en un lugar donde todos pudiesen verlos si prestaran atención lo que había detrás de las rejas. Estaban pasando un programa de imitaciones políticas, muy sintonizado.

-Como te llamas.-dijo el hombre a los comerciales.

Pantro dudo por unos instantes en decirle su nombre, tenia la peculiaridad de ser siempre desconfiado y algo paranoico, generaba posibilidades de que el hombre usara quien sabe que, en un quien sabe cuando.

Deja tus patologías atrás por hoy. pensó

Pantro.- dijo animado

-pero que nombre mas feo

-si lo sé, debí de ser un bebe no deseado para que me pusiesen ese nombre, lo he llevado como mi cruz toda mi vida aunque hago la aclaración de que no soy cristiano ni nada por el estilo, digame usted como se llama?

-vaya que muchcho tan educado, no pareces de los que viven por aquí

-no vivo tan lejos, pero no me ha dicho su nombre aun

-me llamo Pancho, y no Francisco como todo el mundo cree, mis padres me registraron asi al momento de nacer, cuantos años me pones muchacho?

-uhmmm 47?

(el hombre rio fuertemente)

-56

- de verdad no los parece, a pesar de las canas se ve usted con un aspecto juvenil... y usted cuantos años me pone?

-17 llévate lo que quieras de la bodega si me equivoco, 17 y recién cumplidos.

-tiene razón, como lo supo?

(el programa había empezado de nuevo)

-a mi edad se saben muchas cosas, muchacho, estas comenzando con el cigarrillo tan joven yo empecé antes que tu pero me aburrí y lo deje mas antes de lo que tu lo haras creo.

-y como sabe usted lo del cigarrillo?

-el aroma que llevas me ha acompañado por mucho tiempo, no me arriesgo a decir la marca pero mis favoritos eran los lucky.

-hubiera acertado si se hubiera arriesgado señor, en efecto son lucky, quiere uno?

-claro, porque no

El viejo era alto y bastante robusto de piel moreda y cabello blanco, sus manos eran grandes y arrugadas, no parecía ser un limeño cualquiera, pero tampoco de la serranía pues no tenía el “mote” .

-Es usted Peruano?

-porque no lo seria?

-pues, no lo sé, solo lo intuí, dígame si me equivoco.

-en que te vas a equivocar si no has afirmado nada, muchacho anda arriésgate un poco mas, dime tienes novia?, yo se la respuesta pero tal vez me equivoque pues las chicas de hoy son bastante tontas,

-no

El hombre rio dejando ver una sonrisa amarillenta y sus ojos achinados.

-lo sabía. Muchacho tienes pinta de escritor, o de pintor, o de músico, pero yo creo que escritor, un tiempo, los buenos tiempos, albergue a muchos, he olvidado sus nombres y no los he vuelto a ver, pero tú tienes pinta de ser como ellos, tímido, inseguro en fin.-dijo absorbiendo bruscamente el cigarrillo.-nunca los entendí pero me gustaba su presencia.

-no le importa estar perdiéndose el programa?

-nah, siempre es lo mismo, pero no siempre tengo invitados, hoy has caído como del cielo, mi estimado Pantro y sí, soy peruano, dame otro cigarrillo que me estas haciendo recaer en el vicio.

-está bien, cual era su oficio?

-veo que ya te estás volviendo más arriesgado, bien!

-fui minero en Argentina hace mucho tiempo atrás cuando la vida era buena tenia dinero y todo lo que un minero podría querer, hasta me daba el lujo de alojar a escritorzuelos como tu en mi casa de la capital, pero de un momento a otro entre en depresión y la nostalgia me trajo de vuelta a Lima, la ciudad que en que vivi cuando aun era un mocoso, nunca me casé, nuca conviví, ninguna mujer que estuviera bien del coco querría vivir conmigo, aunque que buenas putas habían en lima en aquellos años, muchacho te hubieras maravillado de todo lo que hacían.(se termino el cigarrillo)

La mano del viejo empezó a temblar moderadamente y cogió otro cigarrillo ya sin el permiso de Pantro que escuchaba con los ojos muy abiertos y se imaginaba las putas como las describía el viejo.

-ahh, el cigarrillo fue mi única mujer, siempre estuvo conmigo nunca me gusto mucho el trago en cambio esto…(calo el cigarro profundamente y sus ojos se achinaron hasta casi desaparecer).-Pantro apaga la luz por favor.

Pantro sintió un miedo natural, se sentía acorralado por un viejo nostálgico y tenia ansias de volver a casa, acurrucarse en su camita y pensar en aquello, ahí estaban sus babuchas, su pantalón pijama a cuadros, su gata, su ordenador tal vez todo esto era un sueño pero al haber dicho la ultima oración hubiera despertado esto no era un sueño, era la cruda realidad, la realidad que podía ser distorsionado, podía cambiarla por completo pero no cambiaria para el anciano que seguramente al cuarto o quinto cigarrillo comenzaría a llorar, no tuvo el valor para irse o quizá tuvo el valor para quedarse, bajo el interruptor de la luz, vio por las rejillas que ya muy poca gente pasaba, tan solo almas taciturnas y perros vagabundos, la congeladora amarillas de helados D’Onofrio permanecía encendida la única luz pues el viejo había apagado la Tv mientras el cortaba el pobre alumbrado amarillenta. Las galletas bajo los caramelos encima los chocolates princesa todo menos cigarrillos, en el suelo colocadas por orden de tamaño las gaseosas y del techo colgaban tiras de papas fritas y todo tipo de “snacks” la luz de la congeladora daba una forma(aunque sin forma) al humo que exhalaba el viejo, sin tan solo no hubiera salido aquella noche a encaminarse a un vicio prematuro, si hubiera pasado otra noche, si hubiera encontrado a Marina antes de ponerse la capucha, siempre recurría a los mismos pensamientos cuando ya se había involucrado en algo, su mente paranoica se abría a sus anchas torturándolo incesantemente, dio un suspiro y volvió con el viejo.

Que ahora hablaba solo..

-conducía un taxi al menos eso era mas entretenido que estar encerrado en una tiendecita de mierda que mensualmente es supervisada por mi sobrina para reabastecerla de todo, menos de cigarros puta ninfómana, si he de morir moriré tranquilo. (se acabó la cajetilla).-voy al baño.

El viejo se interno en las sombras.

Pantro, se paró dejando caer la silla causando un gran estruendo y corrió hacia la puerta que se abrió fácilmente, el cambio de aire fue brusco, se coloco la capucha y corrió hacia casa.

Pasadas dos semanas, al noticiario de las mañanas salió que un hombre robusto, canoso con un domicilio cercano al suyo había muerto de un paro cardiaco con 84 cajetillas alrededor suyo. Al momento de sacar el cuerpo de la bodega el plástico que taba su rostro se destapo por una ventisca y se dejo ver una curvatura en sus labios, Panto sonrió camino hasta su alcoba y saco uno cigarrillo detrás de un cuadro de “la sagrada familia” y lo fumó ya que no había nadie en casa.

domingo, 12 de septiembre de 2010

No hay titulo

van gogh

Denme papel donde escribir
ideas que pensar
silencio que anhelar
denme un cigarro
deme otra vida… para hacer lo mismo

El umbral esta cercano o es solo otra ilusión
yo no se de realidad, solo se de sueños
se de letras amantes, se de suicidas en el papel

Yo escribo porque no hay mas sentido que esto
y hasta pensarlo me agota.

Quien sabe si la burbuja se ha roto, o esta mas cerrada que nunca.

Miles, son miles, figuras de aliento, me jalan me arrebatan lo que me mantiene aquí alegando:

-ahora donde buscar?

Pensó en el amor, pero mi amor se debe a esto, tantos colores han hecho el amor y su producto ha sido negro.

Tiempos, ataúdes, voces…

Yo tengo y no tengo
pude y sería

Si miro la ciudad es porque no alcanzo el horizonte.

Entregar seria lo mismo…

Mi medula esta cansada de bailar a esta melodía, todos estamos cansados pero no hay lecho que se de a vasto.

Ahora son costras, costras mutiladas
y no hay costras, solo sangre que se me ha dado a palpar.

He de respirar…
y dejar que el viento sigo su proceso de mantenerme muerto.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Tabaquería


Fernando Pessoa

Tabaquería


No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo.

Ventanas de mi cuarto,
de mi cuarto de uno de los millones de gente que nadie sabe quién es
(y si supiesen quién es, ¿qué sabrían?),
dais al misterio de una calle constantemente cruzada por la gente,
a una calle inaccesible a todos los pensamientos,
real, imposiblemente real, evidente, desconocidamente evidente,
con el misterio de las cosas por lo bajo de las piedras y los seres,
con la muerte poniendo humedad en las paredes y cabellos blancos en los hombres,
con el Destino conduciendo el carro de todo por la carretera de nada.

Hoy estoy vencido, como si supiera la verdad.
Hoy estoy lúcido, como si estuviese a punto de morirme
y no tuviese otra fraternidad con las cosas
que una despedida, volviéndose esta casa y este lado de la calle
la fila de vagones de un tren, y una partida pintada
desde dentro de mi cabeza,
y una sacudida de mis nervios y un crujir de huesos a la ida.

Hoy me siento perplejo, como quien ha pensado y opinado y olvidado.
Hoy estoy dividido entre la lealtad que le debo
a la tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por fuera,
y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.

He fracasado en todo.
Como no me hice ningún propósito, quizá todo no fuese nada.
El aprendizaje que me impartieron,
me apeé por la ventana de las traseras de la casa.
Me fui al campo con grandes proyectos.
Pero sólo encontré allí hierbas y árboles,
y cuando había gente era igual que la otra.
Me aparto de la ventana, me siento en una silla. ¿En qué voy a pensar?
¿Qué sé yo del que seré, yo que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? Pero ¡pienso ser tantas cosas!
¡Y hay tantos que piensan ser lo mismo que no puede haber tantos!
¿Un genio? En este momento
cien mil cerebros se juzgan en sueños genios como yo,
y la historia no distinguirá, ¿quién sabe?, ni a uno,
ni habrá sino estiércol de tantas conquistas futuras.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay locos perdidos con tantas convicciones!
Yo, que no tengo ninguna convicción, ¿soy más convincente o menos convincente?

No, ni en mí...
¿En cuántas buhardillas y no buhardillas del mundo
no hay en estos momentos genios-para-sí-mismos soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas
-sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas-,
y quién sabe si realizables, no verán nunca la luz del sol verdadero
ni encontrarán quien les preste oídos?
El mundo es para quien nace para conquistarlo
y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga razón.
He soñado más que lo que hizo Napoleón.
He estrechado contra el pecho hipotético más humanidades que Cristo,
he pensado en secreto filosofías que ningún Kant ha escrito.
Pero soy, y quizá lo sea siempre, el de la buhardilla,
aunque no viva en ella;
seré siempre el que no ha nacido para eso;
seré siempre el que tenía condiciones;
seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta al pie de una pared sin puerta
y cantó la canción del Infinito en un gallinero,
y oyó la voz de Dios en un pozo tapado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Derrámame la naturaleza sobre mi cabeza ardiente
su sol, su lluvia, el viento que tropieza en mi cabello,
y lo demás que venga si viene, o tiene que venir, o que no venga.
Esclavos cardíacos de las estrellas,
conquistamos el mundo entero antes de levantarnos de la cama;
pero nos despertamos y es opaco,
nos levantamos y es ajeno,
salimos de casa y es la tierra entera,
y el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.

(¡Come chocolatinas, pequeña,
come chocolatinas!
Mira que no hay más metafísica en el mundo que las chocolatinas,
mira que todas las religiones no enseñan más que la confitería.
¡Come, pequeña sucia, come!
¡Ojalá comiese yo chocolatinas con la misma verdad con que comes!
Pero yo pienso, y al quitarles la platilla, que es de papel de estaño,
lo tiro todo al suelo, lo mismo que he tirado la vida.)

Pero por lo menos queda de la amargura de lo que nunca seré
la caligrafía rápida de estos versos,
pórtico partido hacia lo Imposible.
Pero por lo menos me consagro a mí mismo un desprecio sin lágrimas,
noble, al menos, en el gesto amplio con que tiro
la ropa sucia que soy, sin un papel, para el transcurrir de las cosas,
y me quedo en casa sin camisa.

(Tú, que consuelas, que no existes y por eso consuelas,
o diosa griega, concebida como una estatua que estuviese viva,
o patricia romana, imposiblemente noble y nefasta,
o princesa de trovadores, gentilísima y disimulada,
o marquesa del siglo dieciocho, descotada y lejana,
o meretriz célebre de los tiempos de nuestros padres,
o no sé qué moderno -no me imagino bien qué-,
todo esto, sea lo que sea, lo que seas, ¡si puede inspirar, que inspire!
Mi corazón es un cubo vaciado.
Como invocan espíritus los que invocan espíritus, me invoco
a mí mismo y no encuentro nada.
Me acerco a la ventana y veo la calle con absoluta claridad,
veo las tiendas, veo las aceras, veo los coches que pasan,
veo a los entes vivos vestidos que se cruzan,
veo a los perros que también existen,
y todo esto me pesa como una condena al destierro,
y todo esto es extranjero, como todo.)

He vivido, estudiado, amado, y hasta creído,
y hoy no hay un mendigo al que no envidie sólo por no ser yo.
Miro los andrajos de cada uno y las llagas y la mentira,
y pienso: puede que nunca hayas vivido, ni estudiado, ni amado ni creído
(porque es posible crear la realidad de todo eso sin hacer nada de eso);
puede que hayas existido tan sólo, como un lagarto al que cortan el rabo
y que es un rabo, más acá del lagarto, removidamente.

He hecho de mí lo que no sabía,
y lo que podía hacer de mí no lo he hecho.
El disfraz que me puse estaba equivocado.
Me conocieron enseguida como quien no era y no lo desmentí, y me perdí.
Cuando quise quitarme el antifaz,
lo tenía pegado a la cara.
Cuando me lo quité y me miré en el espejo,
ya había envejecido.
Estaba borracho, no sabía llevar el dominó que no me había quitado.
Tiré el antifaz y me dormí en el vestuario
como un perro tolerado por la gerencia
por ser inofensivo
y voy a escribir esta historia para demostrar que soy sublime.

Esencia musical de mis versos inútiles,
ojalá pudiera encontrarme como algo que hubiese hecho,
y no me quedase siempre enfrente de la tabaquería de enfrente,
pisoteando la conciencia de estar existiendo
como una alfombra en la que tropieza un borracho
o una estera que robaron los gitanos y no valía nada.

Pero el propietario de la tabaquería ha asomado por la puerta y se ha quedado a la puerta.
Le miro con incomodidad en la cabeza apenas vuelta,
y con la incomodidad del alma que está comprendiendo mal.
Morirá él y moriré yo.
Él dejará la muestra y yo dejaré versos.
En determinado momento morirá también la muestra, y los versos también.
Después de ese momento, morirá la calle donde estuvo la muestra,
y la lengua en que fueron escritos los versos,
morirá después el planeta girador en que sucedió todo esto.
En otros satélites de otros sistemas cualesquiera algo así como gente
continuará haciendo cosas semejantes a versos y viviendo debajo de cosas semejantes a muestras,
siempre una cosa enfrente de la otra,
siempre una cosa tan inútil como la otra,
siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
siempre el misterio del fondo tan verdadero como el sueño del misterio de la superficie,
siempre esto o siempre otra cosa o ni una cosa ni la otra.

Pero un hombre ha entrado en la tabaquería (¿a comprar tabaco?),
y la realidad plausible cae de repente encima de mí.
Me incorporo a medias con energía, convencido, humano,
y voy a tratar de escribir estos versos en los que digo lo contrario.
Enciendo un cigarrillo al pensar en escribirlos
y saboreo en el cigarrillo la liberación de todos los pensamientos.
Sigo al humo como a una ruta propia,
y disfruto, en un momento sensitivo y competente,
la liberación de todas las especulaciones
y la conciencia de que la metafísica es una consecuencia de encontrarse indispuesto.

Después me echo para atrás en la silla
y continúo fumando.
Mientras me lo conceda el destino seguiré fumando.
(Si me casase con la hija de mi lavandera
a lo mejor sería feliz.)
Visto lo cual, me levanto de la silla. Me voy a la ventana.

El hombre ha salido de la tabaquería (¿metiéndose el cambio en el bolsillo de los pantalones?).
Ah, le conozco: es el Esteves sin metafísica.
(El propietario de la tabaquería ha llegado a la puerta.)
Como por una inspiración divina, Esteves se ha vuelto y me ha visto.
Me ha dicho adiós con la mano, le he gritado ¡Adiós, Esteves! , y el Universo
se me reconstruye sin ideales ni esperanza, y el propietario de la tabaquería se ha sonreído.


lo mejor en el mejor momento