jueves, 7 de abril de 2011

La chica de las zapatillas rosa

Mi asiento preferido ha sido siempre cualquiera que de al lado de una ventanilla abierta, sea en un bus, una combi, mi habitación, donde sea. En este caso es un bus, que avanza imprudente y satisfactoriamente (a mi parecer) a una velocidad considerable, lo suficiente como para que el aire que se filtra libre por la ventana pueda violentar mi rostro a voluntad, es uno de los momentos en los que más feliz me siento (parece serlo) , el éxtasis que se asemeja a una caída de una altura prodigiosa, el momento magnifico en el que solo importa sentir el beso furioso del viento, todo parece estar bien, sin ninguna conjetura ni análisis de alguna insignificancia que normalmente me atormenta, no veo otra cosa que manchas fugases que se deslizan por mis ojos, sé que son personas, edificios, uno que otro perro callejero, vendedores ambulantes, como todo, sé que están ahí, pero al no lograr distinguirlos no hay problema, no hasta que el conductor disminuya la velocidad de su mastodonte, y retorne el paisaje triste al que ya estoy acostumbrado, con sus nubarrones grises y con más bestias de hierro esperando avanzar ; el bus desacelera, para evitar la deprimente escena volteo la vista para reparar en quienes viajan conmigo.

Todos son gente común y corriente, la mayoría de ellas mirando otras con disimulo, como si tuvieran un miedo terrible al encontrar sus miradas con las suyas, pero de tanta gente rescato algo, hay una chica, lleva zapatillas rosa y mira la ventana tal y como imagino lo hago yo, estará al borde de los 25 años, no más de 30, se nota que tiene el cabello teñido de rubio, y si alguna vez tuvo la intención de aparentar serlo, pues fracasó. Por alguna razón no puedo dejar de ver esas zapatillas rosa, es como cuando ves un programa en la tv y dices “un rato más y lo dejo” de alguna forma te atrapa, es lo mismo con esto, sus zapatillas me han atrapado, no me importa no disimular una mirada, no me considero hipócrita; ahora me percato de sus piernas, ya me había fijado en ese detalle pero no se los dije, están completamente estiradas y a la vista de cualquiera pueden expresar una singular modorra, lo cual a mi me encanta, ¡que pereza con la que reposan sus piernas, que desinterés por el resto de esa mujer!.

No sé si se ha percatado de mi mirada, lo cierto es que no despega la suya de la ventana, eso me reconforta, pues puedo seguir viendo sus zapatillas sin temor a que ella se dé cuenta, ese es un detalle importante, porque en el supuesto de que me pesque observando sus zapatillas, quizá se incomode, y eso podría ocasionar hasta que se baje del bus, no puedo arriesgarme. Olvidé decir que estas zapatillas no son del todo rosa,( y esta es una de las cosas que más me ha llamado la atención) en su terreno rosa tienen unas grande ínsulas blancas, un blanco sucio, percudido y lleno de mugre, delata a simple vista la antigüedad de las zapatillas y por donde han andado la mayor parte de su existencia, su contraste con un atuendo impecable, la mujer sigue mirando por la ventana, podría hablarle, podría preguntarle sobre el transcurrir de sus días, podría invitarla a almorzar, pues si era la mujer que yo pensaba, dejaría lo que tuviese que hacer para aventurarse conmigo a un destino incierto, pero no lo hice.

No me faltaba valor, más bien lo llamaría, una precaución, ustedes me entienden, era mejor verla de lejos, mejor imaginar su voz, sus palabras, sus movimientos tiernos, la dulzura con la que los ejecutaba, imaginar su tacto, el roce de nuestras manos y la danza interpretada por ambos en una quimera eterna, era mejor así, antes de saber que no era ella y darle muerte a algo mejor.

Llegué a mi destino, miro por última vez las zapatillas, ella continua mirando a través de la ventana, me hubiera gustado ver sus ojos, pero no quiero arriesgarme, adiós mujer, adiós zapatillas.


Pd: no encontré foto

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