viernes, 27 de agosto de 2010

Cuando Volaba



Max Ernst




Un gran bebe me ha tragado, andaba volando sin rumbo en la búsqueda de siempre, cuando el me succionó

Antes de entrar solo llegue a ver esos labios rosas y ese par de globos celestes bajo un cabello rubio.

Era un tobogán sin fin subía bajaba daba vueltas se retorcía y yo en el no podía decidir dónde ir, era como quien entra a una montaña rusa sabemos que el carro no se descarrilara porque ahí un ríel que lo guía forzosamente pero aquí no había ninguno, sabía que iría a salir eyectado en algún momento, cuando el recorrido haya culminado, no queda más que disfrutar el recorrido, rozaba el interior cilíndrico mientras este me llevaba, estaba pintado con trazos de crayola

Garabatos, intentos de letra sin culminar un ma me mi mo mu mi mama me mima, lo leí en la ascendida cuando la velocidad se tomaba un descanso y me daba tiempo a contemplar, de algún lugar venia la luz, sería el final que estaba cerca. De pronto volé de nuevo, mi cuerpo ya no tenía donde dejarse caer, estaba suspendido en el cielo, mire abajo, sórdidas buhardillas perfectamente alineadas en una aritmética admirable, pequeños bloques rojos, otros verdes amarillos, vaya que obsesión con los colores. Fui dejándome caer lenta y cuidadosamente cargado por el aire toque el suelo, definitivamente no era mi suelo y el que era antes tampoco fue mío, no había bullicio no había mas sonido que el de mi voz en mi cabeza, estaba en una suburbio un callejón entre casuchas estrellas

Cordeles con ropas secas, tiesas el sol alumbraba tanto. Camine, entre a las casas, era todas idénticas, iguales los mismos artefactos, los mismos trajes, libros verdes, cruces todo idéntico con diferentes colores eso era el detalle que altero la homogeneidad claro contando también el tamaño.

Entraba, salía todas las casas tenían una puertecilla trasera con dos ventas de madera a los lados.

Estaban tan apolilladas los cerrojos parecían insignificantes. Camine mucho, me lancé al suelo. Corrí

Seguí corriendo, hasta no sentir mi carne, deje que el viento se llevara las lagrimas de las que mis ojos se divorciaban, salte lo suficiente para darme cuenta de que todo era lo mismo, muchísimas puertas muchas casas, solitario sin nadie con quien conversar, vaya, tan similar a la tierra del bebe ahí tampoco hay nadie, pero si quienes para joder, que quedaba más por hacer? no hay porque tratar de justificar la existencia solo caminar, pues ya estaba cansado de correr. Saque un cigarrillo de mi chaqueta lo puse en mi boca y seguí caminando con el cigarrillo apagado, entre a otra casucha en busca de fuego, fue en vano solo había agua. cerré los ojos, y di un largo suspiro, mi pierna se movió lenta, y abrí la puerta trasera sin intención, no había donde pisar, lo que debió provocar abrirlos aunque no encontré la necesidad de hacerlo, estaba tan cómodo en la caída y el acogedor color que mi parpados brindaban al cubrir mis pupilas, que para que molestarlas abriéndolos, era acogedora el cambio de temperatura de aquel sitio, ahora estaba frio y con mucho viento, era la primera vez que escuchaba su silbido, estaba acostado, si había caído no había sentido el impacto, ni tampoco había oído el estrepito, la superficie raspaba mi barbilla imberbe, el cigarrillo había caido.Mis parpados rebelaron, tenían que hacerlo en algún momento, estaba sobre un grass húmedo, rodé sobre él y vi el cielo azulino oscuro, magnifico, extenso y infinito, no había luna tal vez ese había hartado de mi.

Recuerdo mi felicidad, recuerdo haber deseado no levantarme

Recuerdo no haberlo hecho, recuerdo que el cielo nunca cambio su color,

un soplido furioso del viento me puso de pie, a mi lado una vaca mascaba pasto su mirada me hacia recordad a la mía, una mirada profunda al vacio, una cabra caminaba en la pampa tal vez en la misma búsqueda que yo, me decidí a seguirla, corrí tras ella cada aliento la cabra crecía mas, hasta tomar el tamaño de un equino fue cuando la atrape y monte en ella, emprendió carrera enfurecida sus patas se alargaron y de su espalda sobresalieron dos jorobas, los cuernos se introdujeron en su cabeza, era un camello que corría mirando, el grass sin rumbo, sin mirar a donde ir, me sujete fuerte a una joroba estaba extasiado con el viento, inútilmente extendí las extremidades para dejarme caer de él, pero estaba sujeto a su piel, la tierra tembló, escuche el trote endemoniado de mastodontes metálicas, pasaron a nuestro lado cubriéndolo todo excepto el cielo, ahora era un mar donde ballenas canturreaban, no había que hacer solo dejarse llevar, la muerte tal vez sería un regreso, y un regreso otra muerte, esto otra vida o tan solo otra realidad, los productos son idénticos, las ballenas se habían esfumado del cielo, ya no se escuchaba ni el silbido del viento, los mastodonte habían pasado a ser parte del paisaje como árboles secos metálicos, era parte del proceso eso también lo aprendí en la otra realidad, y veo que se aplica aquí también, la atmosfera se había tornado color grafito, gran combinación de negro y blanco lucha por subsistir de ambos, a lo lejos en un escenario al que me dirigí, sobre un piso de losetas estaba dibujado el rostro de un arlequín en temperas, tenía los ojos rojos saltones, la cara blanca ya boca verde inmensa, alguien lo ha pintado con una hoja de perejil en la cabeza. Sobre el, mejor dicho en su superficie de loza, una bandera reposaba sus 8 patas arácnidas y su sombrero de pluma de gallo, tenía unos pechos vistosos difícil de encontrar en cualquier mujer. Cubría su gran ojo con unos lentes negros.

Una bola de helado de fresa encontraría pronto su fin en su boca angosta pero tan larga se percata del payaso y le ofrece un poco, tomando por dos de sus patas, pero este la rechaza le confiesa que le gustaría ver a los lados y no solo un cielo perpetuo, como es la condena de un suelo. La bandera sonrió, se desprendió de los lentes negros, y tomo su gran pupila resplandeciente con sus patas peludas, tan lánguidas, tan negra, tan delicadas tan sensuales a la perpestica de un maniaco obsesivo con lo hermoso de un paisaje insólito extrajo su ojo con facilidad de ama de casa, como quien desenrosca la tapecilla de un jarabe en frasco le coloca el ojo al suelo justo sobre el que tiene el pintado en ese momento espadas plásticas libraban feroces batallas contra tenedores de tela, protegiendo una frívola y campante galleta de chocolate, el suelo consigue ver la batalla y su mueca de sonrisa parece mas creíble de la que tenia pintada, la galleta la guiña el ojo y el suelta una carcajada dándose cuenta que la bandera también sonreía el suelo se remeció con el sonido de sus risas el ojo rodo por las losetas suelo entristeció, callo la bandera salto desperada haciendo chocar sus grandes pechos y sollozo en silencio por unos momentos pues ni uno de los dos pudo a ver donde fue la distracción

Vi esto pero no quise intervenir, era solo una función, me di cuenta de que ya no tenía al camello, era extraño pues había venido caminando hasta aquí, no esperaba que las cosas volvieran a cambiar y si lo hacían solo me entregaría a la voluntad de algo que se resistió a ser enfrascado con un nombre

El cigarrillo que deje caer ahora se movía lento en el cielo, no había encontrado fuego, la cajetilla aun contenía un par de ellos, mis zapatos no querían seguir. Me levante y sentí el estomago hirviendo

Sentía la necesidad de expulsar algo, ardía, me sentía gordo, tan sucio, grotesco, era demasiado grande para expulsarlo, raspaba la garganta sentía ahogarme mi boca era demasiado angosta para liberarlo, jugos verdes salían de mis labios, el olor era nefasto y la sensación asquerosa lo que salía de mi se movía, eran unas manos que hundían sus diminutos dedos en mis labios, cavándolos, hasta que se pusieran rojos. Cayo al suelo, ahí se retorcía ahora el infante que me había tragado, pero esta vez era distinto, su cabello era negro como sus ojos y lloraba.


Pd: Continuara

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